La cata, la difícil cata
Siempre he creído que las catas son algo pedantes y un tanto absurdas. Salas clínicas y gente innecesariamente comedida como si fuéramos a diseccionar el vino, o darle una sentencia de muerte.
Se dice que las paredes deberían ser blancas o crema, con mucha luz natural, con las copas adecuadas, siguiendo un orden de análisis, etc. Todo esto para poder distinguir de uno o dos puntos entre cien la nota de un vino. Claro, sino, como íbamos a justificar esas notas tan ajustadas de las guías de los vinos: un Dofí 97, un Vega Sicilia 98. Notas tiranas que determinan injustamente los precios ya que son una parte más del maketing.
En mi opinión, las catas objetivas tienen muchas fisuras como para ser "científicas". Creo además que un vino no puede ser catado de una forma neutral ya que se escapan muchas de las sensaciones corporales que la consumición nos provoca. Creo que el vino se asemeja más al arte que a la química, ergo, la mejor cata es la subjetiva e individual.
Para mí, el mejor lugar para catar es la casa de uno. Es donde uno está a gusto y relajado. Es importante la luz pero, los mejores vinos los he consumido de noche, incluso con luz tenue de velas o chimenea. Tampoco se debe comer cosas agrias, muy grasas o ácidas con el vino, pero jamás he rechazado ni alcaparras, ni quesos, ni frutas para acompañar los vinos. Quizás, la única cosa que si me moleste son los perfumes notorios de los varones y mujeres (sic.).
Es decir, para catar, haz lo que quieras, elige el lugar y compañía que más agradable te parezca. Especialmente la compañía, eso sí que agria los vinos si no es buena. Además, una cata entre amigos es maravillosa, y si no saben de vinos mejor, ya que lo describen de una forma más espontánea como: "me recuerda al zumo de cerezas de mi madre", "huele a mi trastero", "cuando era pequeño me recosté en un campo que olía a este vino", "huele al pan fresco de mi tío".
La capacidad que tienen los sentidos de remitirnos a recuerdos de otros sentidos o mezclarlos entre sí se llama sinestesia, y es, en mi opinión, crucial en la cata. El vino se convierte en el nexo o común denominador de las experiencias individuales y podemos aprender de las experiencias de los otros. Es por este motivo que soy defensor de las catas subjetivas.
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