Si fuera Drácula bebería Jean Leon


Ayer encontré una botella de Jean Leon, la última que tenían en la bodega. Estaba en un rincón oscuro y recóndito, llena de polvo y recostada en la pared de ladrillo. La botella, de más de ocho años, parecía como si me hubiera esperado ocho siglos en el castillo Nosferatu.

Después, en casa y tras el enfriamiento de rigor, descorché el tesoro del vampiro y entendí por qué Drácula la tenía guardada durante tanto tiempo. Durante largos años en botella, el vino había limado las asperezas y sabía suave como si me acariciaran con un paño de terciopelo. Los aromas eran tan cárnicos y avainillados que pensé que estaba mordiendo el cuello de una dama.

En efecto, el Jean Leon es un vino de Hollywood. Su fundador tenía un restaurante, La Scala, al que las estrellas del cine solían frecuentar. No se si algún Drácula de la gran pantalla lo visitó y cató el Jean Leon, pero para los no tan talentosos como Bela Lugosi, Klaus Kinski o Gary Oldman, qué mejor que saborear un Jean Leon para sentirse por unas copas el personaje de Bram Stoker.

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