El vino de la casa



El vino de la casa es toda una Institución en la hostelería de los países productores de vino. Es un vino estándar elegido por el propietario o encargado de la bodega para un local gastronómico concreto. Personalmente, me gusta pedir el vino de la casa ya que es una buena manera de juzgar el lugar donde estoy comiendo. Uno sabrá si tienen cultura del vino o no y, además, la calidad del vino anticipa la calidad de la comida. El vino de la casa es un emblema del restaurante y dice mucho tanto de él como los platos que en el mismo se sirven.

En muchas ocasiones me he llevado sorpresas. Comida decente y vino no potable para el consumo, avinagrado o con olor a corcho, por citar algunas de mis desilusiones. Si no estamos seguros de lo que nos van a servir, mejor pedir que esté bien frío ya que se disimulan más los defectos, o pedir un vino blanco puesto que se percibe menos el vinagre. En el caso de que no podamos salir de la duda, lo mejor es pedir un agua con gas.

Ante la carta de vinos, tomar uno joven si no estamos seguros que en el restaurante conservan el vino en un lugar apropiado. Los reservas mal guardados son una calamidad y encima no siempre aceptan cambiártelo si el delito es flagrante. Suele pasar, a los que conocemos el precio de cada vino, que veamos con malos ojos el incremento practicado en los restaurantes, vinos que los he visto a 3€ en el supermercado, lo venden a 10€ en la carta. No me cabe ninguna duda que las bodegas deberían controlar esta práctica tan desafortunada. En tal caso, me abstengo de tomar vino en el restaurante e invitar después a mis amigos a casa para descorchar algo a la altura de nuestro paladar y a un precio justo.

En esta foto que aquí publico podemos ver un Txakolin con unos calamares rebozados que disfruté en el Café Bilbao. El vino era adecuado para el plato y a su justa temperatura. No excesivamente caro, lástima de la copa, hubiera preferido escanciado en un vaso. Todo no se puede pedir...

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