Indigena
Reciclar en la cocina me parece extraordinario. Las "pizzas" en Italia o las "coques de recapta" en Cataluña son famosas en todo el mundo. Tradicionalmente se echaban las sobras sobre una masa simple de harina, agua y aceite de oliva, y al horno. Pero también están las "migas" con pan seco o la "ensaladilla rusa" de verduras cocidas anteriormente para sopa, entre las delicias de la cocina sostenible de todos los siglos.
Hoy mi madre ha preparado unas croquetas de pollo. Uno a l'ast que sobró del día anterior. Éste estaba adobado con laurel y tomillo, sin embargo estaba bastante reseco como para comerse más de dos tenedores. La bechamel de la croqueta hidrató el pollo y el pollo maceró la croqueta. Resultado: una croqueta casera grande, jugosa y con posgusto especiado. Me pareció que a esta artesanía de croqueta le vendría bien un Indígena que tenía desde hace una semana en la nevera. Estaba muy fresco, más de lo habitual, alrededor de los 10 grados. El Indígena es un vino de raza pura, es decir, monovarietal de garnacha. Hay pocos que se atrevan a hacer un vino así. Muchos buscan la combinación perfecta de uvas para elaborar el vino ideal incurriendo en la despersonalización del producto. Este tinto te habla a los ojos y sin doble intención. Además, para rizar el rizo, esta garnacha es de cultivo ecológico, un trabajo difícil y arriesgado. El mestizaje está tan de moda que encontrar un monovarietal es difícil, tanto como encontrarte a un típico caucásico, amerindio, negro africano o asiático, por ejemplo. Todos tenemos en nuestro imaginario los rasgos que definen a cada raza y cuando nos encontramos con el paradigma nos quedamos estupefactos con su belleza. Así es Indígena, una garnacha del Penedés arquetípica, noble, equilibrada, excepcional. “Esto es esto” me digo. La suavidad, el alcohol, el tono, el aroma,... el equilibrio que esperaba desde hace tiempo.
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