Llopart
Todos somos animales de costumbres y sé qué vino me van a dar en casa de cada uno. Cuando asistí al aniversario de mi madre esperaba un Juvé y Camps Reserva de la Familia. Desde años siempre fue así y no había motivos para cambiar. Cuando descorcharon un Llopart Integral no supe salir de mi asombro. Vaya, renovarse o morir pensé yo. Al final de la comida se sirvió una tarta Sacher, pero el interior contenía mermelada de frambuesa envés de albaricoque. Más ácida. Fue entonces que pensé que el cava lo iba a tener difícil. Siempre fue difícil para el vino lidiar con el chocolate.
El Llopart lo hubiera preferido para los entrantes, pero no me defraudó en absoluto con la Sachertorte. De burbuja fina, seco pero no como para crear una disonancia insalvable con el postre y con suficiente fruta amarilla en la nariz, salió airoso de la prueba. Voy a repetir la experiencia, seguro.
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