“Con pan y vino, se hace el camino” recoge el refranero sin un significado unívoco. Hay quien afirma que se refiere que con poco se vive, otros, que hay que ser previsores. En todo caso, en las culturas mediterráneas estos son los alimentos más sencillos y venerados, y, algunos creen que son suficientes para que el organismo pueda sobrevivir.
Este maridaje es el más conocido y simbólico porque Jesucristo lo ofreció a sus discípulos en la última cena. El pan es el cuerpo, el vino la sangre del hijo de D-os. Sin embargo, en mi opinión el pan se casa mejor con el vodka que con el vino. Éste se produce mediante la destilación del cereal, especialmente del centeno, y es por esta razón que una rebanada de pan con mantequilla es más afín con un vodka que con un vino.
El pan, como acompañante del vino, es mejor que sea ácimo. Yo recomiendo la Matzá judía, unas arepas colombianas o simplemente unos “palitos” de pan tostado. Aunque el trigo es más neutro que otros cereales, para acompañar al vino se puede sustituir con otras gramíneas como el maíz, la avena o la espelta. La sencillez de este alimento nos da total libertad en la elección, siempre que el vino sea tinto.
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