Un vino de Sefarad
Una de las grandes virtudes que posee el olfato es la capacidad de llevarte a otras épocas. Es la máquina del tiempo más simple y eficaz que conozco, con permiso de la música. El Peraj Ha'abib o Flor de primavera consigue hacer eso conmigo. Tiene aromas de arándanos y dulce de leche que también pueden percibirse en la suavidad de su paso por boca.
Hace años presencié un concierto de Jordi Savall y su música fue capaz de hacer lo mismo que este vino, llevarme a la misma época. Sentí que estaba en la Edad Media, o que ésta había venido a mí, aunque dicha consideración metafísica no viene al caso ahora. Me pude imaginar una encuentro de amantes en la Sefarad tolerante y plural. Allí, los enamorados bebían un Peraj Ha'abib, tan delicado y frutalmente acaramelado. Su amor trascendía el tiempo y los sentidos, como el vino y la música.
El Flor de primavera hay que beberlo sin acompañamiento gastronómico, para poder vagar por el tiempo hasta el final del concierto.
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